Las últimas letras del ABECEAGRARIO son francamente complicadas. Pero eso no es problema para nuestros redactores, que saben mucho de campo y tienen un candidato para la Y que muchos lectores posiblemente no conozcáis.
Una legumbre “de campo”
Los yeros (Vicia ervilia) – junto con almortas, titos, titarros, vezas, algarrobas y alverjones – forman parte de un grupito de legumbres muy antiguas. Proceden de Oriente próximo y del entorno mediterráneo, por lo que están adaptadas a un clima seco y continental. Es un cultivo poco exigente, típico de secano, que aguanta el frío y el calor, y que además apenas requiere fertilización; lógicamente sus rendimientos no son para tirar cohetes.
¿Sabías que los yeros ya se citaban en los tratados de agricultura romanos, árabes y renacentistas?

Para alimentar a los animales, pero con cuidado
El contenido relativamente alto en proteínas de sus granos lo hace interesante para alimentar a los animales, formando parte del pienso o tomado como forraje.
El problema es que, al igual que la veza, los granos contienen un glucósido cianogénico (sustancia distinta a la que contienen las almortas y que provoca el latirismo) que aunque puede eliminarse mediante cocción, da un sabor amargo a los granos y resulta tóxico a los animales monogástricos (cerdo y pollo). Sí se pueden utilizar en rumiantes, particularmente ovejas, siempre que no sobrepasen el 25 % de la ración.
Para alimentar al suelo: una buena solución
Gracias a la asociación que establecen con una familia muy particular de bacterias, al cultivarlas se fertiliza el suelo con uno de los nutrientes que más cuesta obtener, el nitrógeno. Por esta razón se utilizan tradicionalmente como “barbecho semillado”, en los sistemas de rotaciones de cultivo. Y es que, además de fertilizar, mejora la estructura del suelo y rompe los ciclos de plagas y enfermedades; de esta manera se reduce la necesidad de abonos y pesticidas.
Este tipo de cultivos fijadores de nitrógeno están fomentados por la PAC, dentro de las líneas de pago verde o “greening”. El problema es que los agricultores que recurren a ellos tienen que enfrentarse a los inconvenientes de trabajar con cultivos minoritarios (falta de variedades comerciales y de herbicidas autorizados).
Las legumbres que “perdieron el tren”
En España estas leguminosas eran un cultivo habitual hasta que llegó la soja. Esta había sido mejorada en Estados Unidos allá por los años 50, y cuando llegó arrasó como ingrediente principal del menú del ganado, gracias a unos rendimientos bastante mayores (de las 0.9 toneladas por hectárea como máximo de los yeros a las 2 -2.5 t/ha de la soja hay un buen trecho) y además, a la hora de la cosecha no da tantos problemas como nuestras legumbres autóctonas.
Por diversas razones que os podéis imaginar, vezas, yeros y demás perdieron el tren de la mejora genética y hoy en día apenas existen variedades ni oficiales ni comerciales. A pesar de ello se cultivan de manera minoritaria principalmente en las dos Castillas.
Los problemas de “quedarse atrás”
Uno de los problemas que presentan estas leguminosas “antiguas” es que son bajitas, rastreras incluso, y la cosechadora no las recoge bien. Este problema se puede solucionar de varias maneras: sembrándolas junto con un cereal que les sirve de apoyo, utilizando elementos especiales acoplados a la cosechadora como el “levantamieses” o directamente con aperos especializados para segar; todo dependiendo del uso final que vaya a darse al cultivo.
Por si fuera poco, una vez secas, las vainas se abren espontáneamente dejando caer los granos al suelo que ya no se pueden recoger; a este fenómeno los biólogos lo llaman dehiscencia y es un mecanismo que utilizan las plantas para asegurarse la reproducción. Curiosamente, los yeros son una excepción, y sus vainas mantienen los granos bien guardados.
En inglés, todas estas leguminosas reciben el nombre genérico de “vetch”, y luego cada una se distingue por un adjetivo. En concreto los yeros son: bitter vetch, literalmente algarrobas amargas.
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