Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Este romance es uno de los más conocidos del Romancero Viejo, conjunto de poemas anónimos compuestos durante los siglos XIV y XV.
En esta época la agricultura y la ganadería eran las principales actividades económicas. El paisaje que no podía disfrutar el prisionero posiblemente se compondría de campos sembrados de cereal intercalados por otros sin sembrar para que descansaran (la técnica del barbecho, que ya vimos en uno de los primeros ABECEAGRARIOS) o sembrados con leguminosas.
Y ya para redondear esta pequeña dosis de literatura, agricultura y naturaleza, un poco de música: el Romance del Prisionero cantado por Joaquín Díaz.