¿Alguna vez os habéis parado a pensar cuántos profesionales puede haber detrás de una bolsa de ensalada del supermercado? Hay toda una cadena: el desarrollador de variedades vegetales, los agricultores y trabajadores del campo que las cultivan, cuidan y recogen, los que diseñan la maquinaria para recoger las lechugas y procesarlas en tiempo récord, los que garantizan la calidad e higiene en todo el proceso…
La cuarta gama, ¿Qué es eso?
Os vamos a desvelar un secreto: las ensaladas de bolsa son un producto de cuarta gama.
Se entiende por “Cuarta gama” el procesado de hortalizas y frutas frescas, limpias, troceadas y envasadas para su consumo. El producto mantiene sus propiedades naturales y frescas. Eso sí, tiene una fecha de caducidad alrededor de 7 a 10 días.
Los alimentos más frecuentes en la cuarta gama son verduras de hoja (lechugas, espinacas, acelgas), hortalizas para sopa, frutas, etc. La oferta se está abriendo, y de qué manera, al mundo de las hortalizas mini (tomates, cherry, zanahorias baby, pepino, rabanitos…) como opciones de aperitivo saludable.
Entonces, si hay una cuarta gama, ¿existirá una primera, segunda y tercera? La respuesta es sí.
- La primera gama son los productos hortofrutícolas recolectados y distribuidos en fresco desde su origen.
- La segunda gama son las conservas, productos sometidos a un proceso de esterilización y envasado hermético que permite conservarlo durante años.
- La tercera gama son los productos congelados, sometidos a -18 °C y de caducidad media.
Como el mundo de la alimentación ha seguido evolucionando, ya tenemos una quinta gama: hortalizas frescas que han sufrido un tratamiento térmico menos agresivo que la esterilización y por tanto tienen una vida útil menor, de unos tres meses en condiciones de refrigeración. Las mazorcas de maíz o la remolacha cocida son dos ejemplos conocidos. Se habla incluso de una sexta gama, que correspondería a los productos deshidratados o liofilizados, como las setas secas o los preparados para hacerte un rissoto.
Pero volvamos de nuevo a nuestras verduras frescas y envasadas. Aunque realmente hablaremos de lechugas, así en genérico, porque nos centraremos en ellas.
El proceso de elaboración de una ensalada de bolsa
Desde su recolección, los distintos tipos de lechuga son tratados de manera rápida y delicada a la vez, para que lleguen en las mejores condiciones posibles a manos del consumidor. Esto se traduce, por ejemplo, en que las hojas tengan un color, una textura y un sabor atractivos, que la vida útil del producto sea la mayor posible e incluso, que conserven un alto contenido en elementos saludables.
¿Sabías que los tres pilares de la calidad en productos de “cuarta gama” son la calidad de la materia prima, el no romper la cadena de frío y la fecha de caducidad del producto?
La calidad importa
Para asegurar esa calidad se cuidan varios aspectos: la elección de las variedades a cultivar, las condiciones climáticas y el manejo del cultivo, el grado de madurez en la recolección, los métodos y la forma de cosechar las verduras y por último, la manipulación y tratamiento del producto en las plantas de envasado. Vamos a ver por qué es importante cada cosa.
La materia prima
En primer lugar, hay que seleccionar la materia prima básica, las distintas variedades de hortalizas de hoja. Tenemos lechugas (Lactuca sativa) acogolladas como la clásica romana, los cogollos, la Iceberg o las Batavia y Trocadero, algo más “exclusivas”. Las hay también de hojas sueltas, las típicas hoja de roble verde o roja y los Lollo rosso y verde. Para ensaladas no pueden faltar las escarolas (Chicorium endivia), la achicoria o radicchio (Chichorium intybus), los canónigos (Valerianella locusta) y la rúcula (Eruca sativa). Terminamos con las espinacas (Spinacia oleracea), que se han incorporado al mundo de las ensaladas y las humildes acelgas (Beta vulgaris).
¿Sabías que la endivia es una variedad de escarola?
De todas estas especies se suelen seleccionar variedades atractivas al consumidor, pero también que sean capaces de adaptarse a una metodología de cultivo, y sobre todo de cosecha un tanto particular. En este tipo de productos, la recolección es un paso muy importante, que se hará de manera mecánica o manual en función del tipo de cultivo: manual para piezas grandes – lechugas, acelgas, escarolas…- y mecánica para las hojas pequeñas (que en el fondo son los brotes tiernos de algunas variedades).
Pero, ¿cómo recolectar miles y miles de hojas de una sola vez sin que apenas se dañen?
La recolección de hojas enteras (espinacas, hoja de roble, lollos, canónigos, también llamadas en la industria baby leaf) se realiza con una maquinaria especializada que recuerda a una cuchilla de afeitar. Por esto mismo, las variedades utilizadas deben ser resistentes, ya que este tipo de recolección, por muy desarrollada que esté, es inevitable que provoque lesiones en las hojas y se incorporen cuerpos extraños como tierra, piedras, restos de otras plantas, etc.
Rapidez en el trasnporte
Una vez cosechados, lo ideal es transportar las lechugas lo más rápido a la planta de selección y envasado.
Por lo tanto, la mejor opción es situar estas plantas cerca de campos de cultivo, y tener plantas en distintos puntos de la geografía para disminuir el tiempo (y el coste) de transporte. Con todo esto, podemos afirmar que las ensaladas de bolsa son productos de cercanía.
Aunque se transportan en camiones refrigerados, se puede decir que en cuanto las lechugas entran en la planta, llegan a los dominios del frío. Primero, se pre-enfria el producto utilizando distintas técnicas en función del tipo de verdura, para que llegue a los 5 – 4 °C. A continuación, se pesa (es importante saber la cantidad de producto que entra y la que se pierde) y se lleva a cabo un control de calidad inicial. Los lotes de lechugas que pasan dicho examen se almacenan, de manera que la línea de producción esté siempre abastecida de los distintos tipos de lechuga con los que trabaja la planta.
Cuidada selección
¿Sabías que puede descartarse entre un 20 y un 70% de hortalizas de hoja por no cumplir con los requisitos para ser embolsada?
La línea de producción comienza con el cortado, que dependerá del tipo de verdura que se esté procesando en ese momento: las baby leaf ya vienen cortadas del invernadero mientras que a las piezas grandes se les quitan antes las hojas exteriores. Después se lavan con agua clorada para eliminar restos de tierra o u otros materiales que puedan llevar pegados. Luego se secan para eliminar el exceso de humedad, utilizando diversos métodos (de nuevo según el tipo de verdura) diseñados para dañar al mínimo la hoja.
Una vez secos el producto pasa a pesadoras de alta precisión, y de ahí al embolsado. Las bolsas cerradas pasan por un detector de metales, sí, como lo lees, por si se hubiera colado algún elemento metálico mezclado con las hojas.
En las bolsas está parte del secreto. Pero no conviene confiarse.
Quizás es algo que se escape de nuestro ámbito agronómico, pero las características técnicas de las bolsas también son muy importantes para conseguir que las lechugas permanezcan en buenas condiciones por más tiempo. Es más, dependiendo del producto que vaya a ir en su interior, incluso se elige un plástico más fino o más grueso, con microperforaciones o con sistema antivaho. Además, el interior de la bolsa posee una atmósfera modificada – en la que se sustituye parte del oxígeno por otros gases – que reduce la tasa de respiración de las hojas, evita la pérdida de humedad y le pone las cosas difíciles a los microbios para que tarden más en desarrollarse.
Y ya para terminar, hablando de microbios, es muy importante respetar la fecha de caducidad impresa en el envase. No es por capricho, estamos hablando de un producto delicado que conforme pasa el tiempo es más propenso al ataque de microorganismos. Y hay uno en particular, que aunque últimamente lo asociamos a la carne mechada, resulta que también suele estar presente en las ensaladas de bolsa. Ya hemos visto que la Listeria monocytogenes no es precisamente inofensiva y los responsables de seguridad e higiene no se cansan en repetir que el frío no la mata, solo la “adormece”. Evita que aumenten sus poblaciones por encima de niveles peligrosos, por esa razón los operarios de la planta que salen en el vídeo son tan escrupulosos con la higiene.
No pretendemos meteros miedo en el cuerpo, ni mucho menos, solo recordar dos ideas claves para que disfrutemos de una de las versiones de comida rápida más saludable que conozco: respetar la cadena de frío y la fecha de caducidad.
Por cierto, para elaborar esta entrada me ha ayudado bastante este libro.
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