¿Quién no ha oído decir que la carne, o la leche, está repleta de antibióticos? ¿O qué se atiborra a los animales con estas sustancias?
El caso es que el uso de antibióticos es la típica cuestión que provoca alarma entre los consumidores y que forma parte del argumentario básico de grupos opositores a la carne. En esta entrada vamos a intentar poner un poco de luz en este asunto.
¿En verdad es algo de lo que haya que preocuparse?
Pues sí y no. Para los que quieran una respuesta rápida os hacemos un spoiler: no tiene sentido preocuparse por la presencia de antibióticos en los alimentos, porque no los hay. Lo que sí que es preocupante el creciente fenómeno de resistencia a los antibióticos.
La magnitud del problema
Cada año mueren en toda Europa alrededor de 25.000 personas solo como consecuencia de las infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes. Se estima que en el año 2050 puedan ser 10 millones en todo el mundo.
La resistencia a antibióticos es tan importante que la propia OMS (Organización Mundial de la Salud) se ha puesto seria a la hora de pedir medidas efectivas a los países. Se quiere evitar una situación similar a la era pre-antibióticos.
Y es que la pérdida de eficacia de los antibióticos supone una amenaza importante para la salud pública global, la seguridad alimentaria, la producción animal y, en definitiva, nuestro modo de vida actual.
El fenómeno de la resistencia a antibióticos
Los antibióticos no son una invención humana, estaban presentes cientos de millones de años antes de que el ser humano siquiera asomara las narices por el planeta. Los microorganismos – bacterias, virus, parásitos y hongos – llevan toda su existencia enfrentándose a sustancias que pretenden matarlos o frenar su crecimiento. Por tanto, la resistencia a antibióticos es un fenómeno natural que permite a los microorganismos ser menos vulnerables a sustancias producidas por sus “enemigos”.
En esta entrada vamos a centrarnos solo en las bacterias, unos seres fascinantes que no se iban a quedar de cilios cruzados (chiste de biólogo) cuando Alexander Fleming descubrió un arma letal contra ellas.
Mecanismos de defensa
Aunque los antibióticos se descubrieron a finales del siglo XIX, no se utilizaron para tratar enfermedades de forma habitual hasta mediados del XX. El Staphilococcus aureus descubrió cómo resistir a la penicilina y desde entonces humanos y bacterias comenzamos una carrera interminable. Nosotros desarrollamos antibióticos y las bacterias encuentran maneras de inutilizarlos.
¿Sabías que ya en 1945 Alexander Fleming advirtió que el uso excesivo de la penicilina ocasionaría la selección de bacterias resistentes? En 1946 el 14% de las cepas de S. aureus fueron resistentes, en 1950 la resistencia creció al 59%, y en 2014 era del 99%.
Conforme se iban descubriendo nuevas maneras de controlar a más tipos de bacterias, el ser humano se creía invencible. Imaginad el subidón que tiene que dar saber cómo curar enfermedades que hasta ese momento eran letales. Pero las bacterias tenían, tienen y seguirán teniendo, unos cuantos ases en su genoma que les convierten en superbacterias capaces de resistir a los antibióticos que se le pongan por delante.
En este canal de Youtube, la Hiperactina cuenta estupendamente bien los cómo hacen estos bichos para salir inmunes, por si tenéis curiosidad.
Tienen que quedar claras dos ideas
La primera es que cualquier uso, por mínimo que sea puede dar lugar al desarrollo de resistencias. Pero si los antibióticos se usan en exceso o de manera incorrecta (dosis o frecuencias inadecuadas, duración excesiva o insuficiente) el proceso se acelera. Que es justo lo que está ocurriendo.
La segunda idea es que las bacterias no sólo se buscan la manera de resistir, sino que son capaces de compartir esos genes con sus colegas. Además, pueden apropiarse de los de otras bacterias muertas. Si a esa capacidad de transmitir estos genes de resistencia le sumamos el incremento del comercio y de los viajes por todo el mundo, no resulta raro encontrar bacterias en una isla del ártico con genes de resistencia que desarrollaron unas bacterias en Nueva Delhi.
El uso de antibióticos en medicina humana
Se podría hablar largo y tendido sobre el desconocimiento de la población sobre uso correcto de los antibióticos o de las campañas de concienciación cada vez más frecuentes. También podríamos hablar de las habituales infecciones nosocomiales, esas que se contraen en hospitales, lugares que se convierten en una especie de isla de Fortnite donde las bacterias acaparan recursos en forma de genes para sobrevivir.
El uso de antibióticos en ganadería
Vayamos por partes. Efectivamente se utilizan antibióticos en ganadería, ahora vamos a explicar los motivos y cómo se hace.
Primeros efectos
En las primeras décadas del siglo XX, cuando comienza a generalizarse el uso de antibióticos en medicina humana, ocurre lo mismo en ganadería. Pronto se advirtieron dos efectos inesperados de su uso: administrados en dosis subterapéuticas (sin intención ni efectos curativos), favorecían el crecimiento de los animales y prevenían infecciones. Esto era muy útil para satisfacer la creciente demanda de carne de aquella época. De esta manera surgieron los promotores del crecimiento, que se han utilizado de forma generalizada desde entonces.
Consecuencias
Las consecuencias no se hicieron esperar y se comenzó a tomar medidas. Entre 1997 y 1999, la Unión Europea prohibió cinco sustancias que se habían utilizado durante años como promotores. Pero no fue hasta 2006 cuando la UE prohíbe definitivamente el uso de antibióticos como promotores del crecimiento.
Eso significa que, en la actualidad, no se pueden utilizar antibióticos para el engorde de los animales. Su uso está restringido al tratamiento de enfermedades y se hará siempre bajo prescripción veterinaria. Cuando se utilizan es obligatorio respetar un tiempo de espera antes del sacrificio para que los animales metabolicen esos medicamentos, y de esta manera no queden residuos en los alimentos en cantidades que pudieran afectar a la salud. Para comprobar que se cumple la legislación, en los mataderos se realizan controles rutinarios, y si hubiera un animal que de positivo se retira del proceso.
En el caso de las gallinas ponedoras o las vacas lecheras ocurre algo similar: la producción de los animales tratados se separa y elimina para que no entre en la cadena de suministro.
Quizás el enfoque sea otro…
La aparición de restos de antibióticos es algo que ocurre muy pocas veces, tal como muestran los informes que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publica cada año acerca de los residuos de medicamentos en alimentos de origen animal. En 2016, tras analizar unas 106.121 muestras de multitud de diversos tipos de alimentos de origen animal en busca de antibióticos, tan sólo 180 (0.17%) no cumplían los requisitos legales.
Solo cuando se observan síntomas clínicos de la enfermedad se recurre al uso terapéutico del antibiótico para el animal o en un grupo de animales que muestran dichos síntomas.
Pero, queramos o no, en una granja, con tanto animal conviviendo en el mismo espacio, las probabilidades de que las bacterias hagan de las suyas son bastante altas. Y así es como llegamos a los usos profiláctico y metafiláctico de antibióticos, que es donde está la polémica.
Uso profiláctico
El uso profiláctico se hace en un animal o grupo de animales sanos con el objetivo de prevenir una infección. Como hay que respetar obligatoriamente el periodo de retirada, esto supone retener a los animales varios días de más o tirar a la basura miles de huevos o una cisterna entera de leche. En ambos casos supone una importante pérdida de dinero para el productor.
Un buen ganadero sólo recurre al uso profiláctico en momentos muy concretos. Por ejemplo, durante el destete de los lechones, cuando son más propensos a contraer enfermedades bacterianas. De hecho la mayor parte del consumo de antimicrobianos se debe a este uso profiláctico, que seguro tiene los días contados. El Parlamento Europeo quiere limitarlo a casos justificados por un veterinario, cuando exista un alto riesgo de infección con graves consecuencias.
Pero todos sabemos (o deberíamos saber) que los tratamientos con antibióticos hay que tomárselos en serio, respetando las tomas, sin terminarlos antes de tiempo y esas cosas. Imagina ahora que eres ganadero y se te ponen malos dos cerdos de un grupo de 10 que viven en una nave con 90 congéneres. Y seguro que por experiencia sabes que, al igual que ocurre con los críos en la guardería, en cuanto cae uno van los demás detrás.
Uso metafiláctico
¿Cómo evitar semejante catástrofe? Claro está, recurriendo al uso metafiláctico, es decir, tratando a todos los que conviven con el enfermo, aun asumiendo que habrá algunos individuos que no necesiten ese tratamiento.
Depende del tipo y tamaño de la granja será más fácil acotar el tratamiento a los animales infectados y a los que conviven con ellos. No es lo mismo un cebadero de terneros o una granja de leche que una granja de pollos, gallinas de puesta o conejos.
Existe además el concepto de “presión infecciosa”, que no se puede rebajar con tratamientos individuales – ya que los diferentes individuos se encuentran en diferentes estadios de la propia enfermedad. Esto sólo se consigue controlar mediante tratamientos generales “en sábana”.
Como veis, es un tema complejo, cada vez más regulado y en el que se lleva estudiando y buscando soluciones desde hace ya tiempo. Por esta razón, titulares como este “España atiborra al ganado con antibióticos” daña mucho al sector y confunde al personal. Cierto es que España es, justo después de Chipre, el país de la EU que más antibióticos usa en ganadería, pero ese “atiborra” sugiere una imagen de animales tomando antibióticos a patas, picos y hocicos llenos. Esto ofrece una sensación de descontrol que no se ajusta a la realidad. Ahora veremos por qué.
¿Cómo se controla su uso desde las administraciones?
Para combatir el desarrollo de resistencias es imprescindible que todos los países trabajen juntos, algo que todavía no ocurre. Por ejemplo, según un informe de la propia agencia estadounidense de Administración de Alimentos y Medicamentos, en este país el 80% de todos los antibióticos se utilizan en ganadería, a pesar de las voces de alerta.
Proyecto Esvac
La UE se lo está tomando más en serio, aunque cada país lo hace a su manera. Para disponer de la información necesaria que permita tomar medidas concretas se puso en marcha en 2009 el proyecto Esvac (European Surveillance of Veterinary Antimicrobial Consumption). El objetivo es recoger y evaluar los datos sobre la venta y el consumo de medicamentos veterinarios que contengan en su composición antibióticos como principio activo.
Plan nacional de lucha frente a resistencias a los antibióticos (PRAN)
Aunque España se sitúe en el furgón de cola, no significa que se haya cruzado de brazos. Nos incorporamos a ESVAC en 2011, y en 2014 comenzó el Plan nacional de lucha frente a resistencias a los antibióticos (PRAN) que ha conseguido un 14% de reducción en su consumo. Hace poco, se ha dado un paso fundamental que permitirá tomar medidas más eficaces, la Receta electrónica.
PresVet
Mediante este sistema, el veterinario tiene que comunicar los datos de las recetas que contengan antibióticos o piensos medicamentosos a la base de datos creada por el Ministerio de Agricultura denominada PresVet. Al enviar datos importantes como la explotación o el tipo de antibiótico que se prescribió, se podrá tener una mejor imagen de los medicamentos se consumen en cada zona de España, a dónde se mueven y en qué tipo de explotaciones se utilizan. Y es que hasta ahora solo se disponía de los datos que daban las empresas farmacéuticas basándose en sus ventas.
Gracias a los datos que aporte este sistema será más sencillo evaluar las resistencias que puedan ir surgiendo vinculadas al consumo de antibióticos. De manera similar, supone una herramienta más de control para las autoridades sanitarias competentes ya que podrán vigilar la entrada de animales o sus productos en la cadena de alimentación (periodo de supresión y uso de productos autorizados para cada especie).
El caso de la colistina. Una razón para el optimismo.
La colistina se utiliza en humanos como último recurso frente a enterobacterias (como las conocidas Salmonella o E. coli) que se muestran resistentes frente a otros antibióticos. Si perdemos este arma, tenemos un grave problema, ya que hay patologías para las que no existe otra alternativa terapéutica.
Hasta hace poco tiempo el veterinario podía utilizar este producto cuando sospechaba que eran estas bacterias las estuvieran dando problemas en la granja, particularmente las de pollos y cerdos. Pero se descubrió que algunas enterobacterias ya disponen de un gen, el mcr-1, que les protege frente a la colistina y que lo han ido compartiendo entre colegas de medio mundo, ya que se ha aislado en China, varios países de la UE (entre ellos España y Portugal) y en EE.UU.
Este descubrimiento ha sido un importante toque de atención al sector, que se está poniendo las pilas para llegar a las cifras que pide la UE: 5mg/PCU – partimos de 37mg/ PCU y el objetivo final es llegar a 1mg. (Holanda y Dinamarca ya lo han conseguido).
Programa REDUCE Colistina
Por este motivo este medicamento ya no se puede utilizar como profiláctico, y en caso de recurrir al tratamiento, hay que confirmar primero que efectivamente es E. coli la causante de la infección, y que no es resistente a este antibiótico. También se ha desarrollado el Programa REDUCE Colistina al que se han unido de manera voluntaria la propia industria farmacéutica, asociaciones de veterinarios, productores de piensos y empresas ganaderas para llegar a esos 5 mg en la cría de cerdos. Los sectores avícola, cunícola y bovino están dando los primeros pasos para tener también su propio programa Reduce.
¿Y cómo se puede disminuir su uso en las granjas?
Después de todo lo contado, no resulta descabellado pensar que en un futuro quizás más próximo de lo deseable no se pueda recurrir al uso de muchos antibióticos en ganadería. Bien porque lo acabe prohibiendo la Unión Europea o porque a las bacterias ya no les hagan ni cosquillas. La buena noticia es que hay diversas alternativas y medidas para retrasar o incluso evitar ese apocalíptico escenario.
Reforzar las medidas preventivas
Lo primero y lo más lógico es reforzar aún más las medidas de prevención en la propia granja: bioseguridad, mayor higiene, mejora en la alimentación, densidad apropiada de animales, control de la temperatura, la humedad y la calidad del aire interior, etc.
Lo segundo es reforzar la resistencia de los propios animales, mediante el uso de autovacunas o incluso recurriendo a programas de mejora genética que sean capaces de identificar a los animales con mayor inmunidad natural.
Probióticos y prebióticos
Por último, se está investigando en otras sustancias que ayuden a los animales en la lucha contra las bacterias patógenas. Tenemos:
– Probióticos, preparaciones de microorganismos que contribuyen al equilibrio de la flora intestinal, potencian el sistema inmunológico e inhiben el crecimiento de bacterias patógenas.
– Prebióticos, fibras vegetales específicas que sirven de alimento y por tanto estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino.
– Ácidos orgánicos para el destete de los lechones. Al acidificar el alimento se evita el crecimiento bacteriano y mejorar su digestibilidad, e incluso extractos de plantas seleccionadas entre otras cosas por sus propiedades antioxidantes y antimicrobianas.
Epílogo
Si habéis llegado hasta aquí, enhorabuena y gracias por vuestra paciencia. Espero que esta entrada haya servido para entender que lo único que tiene que preocuparnos es la pérdida de efectividad de los antibióticos (que no es poca cosa), ya que su presencia en alimentos es anecdótica gracias a que están muy controlados.
¿Qué podemos hacer como consumidores? Por lo pronto podemos estar tranquilos de saber que se está trabajando en la reducción del uso y que existen alternativas. Como sé que a más de uno no le parecerá suficiente, siempre se puede investigar sobre las marcas de productos que apuestan por reducir el uso de antibióticos. También se puede optar por productos procedentes de ganadería extensiva que, a priori, requiere menos uso de antibióticos o de ganadería ecológica cuya norma de producción solo permite su uso terapéutico.
Por cierto, muchas gracias a Alejandro Giménez Iranzo, por la valiosa información que me aportó sobre el uso de antibióticos en granjas hace ya mucho tiempo.