Vamos a contaros algunas cosas sobre el tabaco. Al fin y al cabo, también es un cultivo.
De hecho, aunque no tiene especial relevancia a nivel nacional o en la propia UE, el tabaco sí es importante desde el punto de vista socioeconómico en las comarcas donde se concentra su cultivo.
En España lo encontramos sobre todo en Extremadura (acaparaba el 95,38% de la superficie en 2014). Para ser exactos, en el norte de Cáceres y algo en Andalucía (3,36%). Este tabaco se destina, casi en su totalidad, a la producción de cigarros y cigarrillos.
Un poquito de botánica
Pertenece a la familia de las solanáceas (de la que ya hablamos en esta entrada), por lo que está emparentado con hortalizas bien conocidas y varias especies usadas antiguamente por brujas y hechiceras.
Su nombre científico es Nicotiana tabacum y sus múltiples razas se clasifican en cuatro variedades: havanesis, brasilensis, virginica y purpurea. Estas variedades son el origen de las que se comercializan en la actualidad.
Dependiendo de la variedad, el tamaño de la planta puede estar entre los 50 y 200 cm. Su hoja, que es lo que se fuma, en general es grande, pudiendo tener algunas variedades más de 50 cm de longitud.
¿Sabías que 9 kilogramos de berenjenas contienen la misma cantidad de nicotina que un cigarrillo?
Otro poquito de historia
El hombre y la planta del tabaco han estado desde siempre unidos. Antes del descubrimiento de América ya se cosechaban dos especies diferentes de tabaco. Los indígenas de América del Norte utilizaban la Nicotiana rustica, muy amarga para fumar en pipa mezclada con otras hierbas. Por otro lado, los habitantes de América Central y del Sur fumaban las hojas de Nicotiana tabacum, mucho más suaves.
Asimismo, igual que muchos otros alimentos que consumimos, el tabaco procede de América. De hecho, se cree que Nicotiana tabacum tiene su origen en los territorios que habitaban los mayas, allá por el 2000 a.C. Esta cultura consumía en rituales religiosos, ya que le atribuían poderes mágicos.
Uno de los hombres de Colón, Rodrigo de Jerez, volvió a la península trayendo consigo el hábito de fumar. Según cuentan, el humo que echaba por la boca y nariz asustó a sus vecinos de Ayamonte (Huelva) los cuales creyeron que era cosa de brujería. Las noticias llegaron al Tribunal de la Inquisición y Rodrigo de Jerez acabó encarcelado. Siete años después, cuando recobra la libertad la costumbre de fumar no sólo estaba bien vista, sino que se extendía por toda Europa. |
¿Sabes de dónde viene la propia palabra tabaco?
Una de las teorías sostiene que cuando los españoles llegaron a América observaron que los indígenas del Caribe fumaban con una caña en forma de pipa a la que llamaban “tobago”. Palabra que acabó utilizándose para nombrar también a la planta.
Y ¿qué relación existe entre la ciudad de Toledo y los cigarros?
Francisco Hernández de Bóncalo, médico de la corte de Felipe II, fue enviado para estudiar las distintas plantas de tabaco del Nuevo Mundo, en especial aquellas que tuvieran propiedades terapéuticas. Según algunos historiadores, a su vuelta sembró por primera vez tabaco en unas tierras llamadas “cigarrales”, situadas en los alrededores de Toledo. Dado que recibían ese nombre porque solían ser invadidas por plagas de cigarras imagino que mucha confianza no debería tener en lo que de ahí saliera.
¿Sabías que a mediados del siglo XVI en Europa el tabaco era conocido y apreciado por su carácter ornamental y sus propiedades medicinales? Dicha planta era objeto de cultivo en diversos jardines botánicos de España, Francia y Holanda.
Por esta razón, aunque la Inquisición lo prohibiera, acabó poniéndose de moda. Un siglo después del viaje de Colón, el cultivo ya se había extendido a parte de Europa. Y con el paso de otro siglo más acabó llegando al resto de continentes. Para terminar las anécdotas históricas, mencionar que las guerras ayudaron bastante a difundir su consumo. Hasta hace bien poco los cigarrillos formaron parte de la ración que se daba a los soldados, ya que el tabaco aliviaba tensiones y se desconocían sus efectos nocivos.
Algo de agronomía
Aunque la planta de tabaco puede cultivarse en una amplia variedad de suelos y climas, su calidad depende mucho de las condiciones en las que se desarrolla. Quedaos con la idea que las temperaturas, el riego y la humedad son los principales factores limitantes, como es de esperar en una planta de origen subtropical.
Por ejemplo, un clima cálido y seco produce una hoja de tabaco más corta y con mayor contenido en nicotina. La sequía, el exceso de humedad o un bajón nocturno de temperatura aumentan la absorción del cloro, lo que provoca que la hoja de tabaco arda peor. El riego por aspersión permite que se formen unas hojas de tejido más fino y con menos proporción de venas que cuando se riega por surcos. Ni que decir que el suelo, su textura y su composición, es determinante en la calidad. En definitiva, que para un tabaco malo cualquier lugar es bueno, pero para conseguir algo “fumable” las exigencias suben considerablemente.
La planta de tabaco crece rápido. En apenas dos meses pasa de 15 centímetros a casi 2 metros cuando florece. Una vez llega ese momento, hay que realizar el despunte para que las hojas inicien los cambios físico-químicos necesarios para obtener un producto final de calidad.
Durante ese tiempo el cuidado es constante, se suceden labores y riegos para que la planta dé lo mejor de sí misma. Por tanto, requiere mucha mano de obra, (en torno a 2.200 horas de trabajo por hectárea). Todos estos mimos y atenciones hacen que los costes de producción del tabaco sean bastante altos.
Y por fin, la recolección y procesado.
Cuando las hojas alcanzan la madurez, su color evoluciona del verde al amarillo pálido y llega el momento de la recolección. Esta se puede realizar a mano o con máquinas especializadas. Tanto a la recolección como y al curado manuales se dedica más trabajo que en cualquier otra fase de producción.
Durante el proceso de curado, las plantas o las hojas irán perdiendo agua en condiciones controladas para que los cambios bioquímicos que se producen transcurran de manera apropiada y así conseguir un producto de alta calidad. Según el mecanismo utilizado para eliminar el agua de la hoja se distinguen cuatro modalidades de curado: al aire, al sol, al suelo y por calor artificial. Cada una de ellas será más apropiada para un tipo determinado de tabaco y dará lugar a un producto con una característica industrial propia.