No, no nos hemos vuelto locos ni nos ha dado por humanizar a las plantas. Esta pregunta tiene trampa, mejor dicho tiene dos trampas. Tendrás que leer esta entrada para descubrir el porqué.
Eso de los pies responde a una expresión muy común en el medio rural para referirse a una manera típica de conducir el árbol. Cuando en el mundo del olivo hablamos de “pies” no nos referimos a la extremidad que nos permite andar, sino a los troncos que forman el árbol.
Olivos de tres pies
Si has viajado por las zonas de olivar del sur de España y eres observador, posiblemente te habrá llamado la atención que muchos árboles, habitualmente ejemplares centenarios o cultivados en zonas de sierra, tienen dos, tres e incluso cuatro troncos.
Esos tres troncos están podados de tal manera que se forma una copa mas o menos compacta y no muy alta. Los olivos están bastante separados entre si, siguiendo marcos de plantación muy amplios, de manera que si alguien se pusiera a ello contaría de 80 a 120 árboles en una hectárea.
Todas estas características son típicas de los olivares denominados “tradicionales”. Aunque siguen un sistema de cultivo antiguo, están todavía presentes en muchos lugares porque aún hoy, en determinadas circunstancias, siguen siendo productivos e incluso rentables.
La segunda trampa la explicamos a continuación. Hasta ahora hemos hablado de olivos con tres troncos, dando a entender que se trataba de un solo árbol, pero realmente esto no es así.
Según cuentan en el libro “La poda del olivo”, el sistema tradicional de multiplicación del olivo en Andalucía durante siglos fue el empleo de estacas o ramas de madera gruesa procedentes de la poda de olivares vecinos. Cuando se quería crear o ampliar una plantación, se cavaban hoyos en los que se colocaban tres o cuatro estacas. Al cabo de un tiempo estas estacas desarrollaban raíces y muchos tallos, dando como resultado una nueva plantita de olivo con aspecto de arbusto.
A partir del tercer o cuarto año de vida, en función del vigor y desarrollo de esa mata desordenada de tallos comienza la poda de formación. Año tras año y con paciencia se van seleccionando las ramas mejor formadas, más vigorosas y más separadas, hasta dejar finalmente dos o tres pies o troncos principales. Es decir, que técnicamente, cuando vemos un olivo de tres pies realmente lo que estamos viendo son tres olivos bien juntitos formados de tal manera que llegue la mayor cantidad de luz posible al interior de la copa para así optimizar la producción de aceituna.
Olivos de un pie
De vuelta al paisaje del olivar, quizás te habrás dado cuenta que, en las zonas mas llanas o en plantaciones jóvenes los árboles tienen un aspecto más compacto, están menos desparramados. Aguzando la vista verás que tienen un solo tronco: son los llamados olivos de un pie.
Partiendo de una estaca previamente enraizada, pero procedente de un vivero que asegure su calidad y sanidad, se lleva a cabo una poda de formación también poco a poco, pero a partir de un solo tronco. Habitualmente se hace una poda en vaso, que busca una estructura formada por dos o tres ramas principales que arrancan del tronco principal a una altura de 1,20 m de media.
Este tipo de formación tiene dos objetivos principales. En primer lugar, facilitar la recolección de la aceituna, por ejemplo mediante la utilización de vibradoras de árbol, que pueden ir equipadas o no, con un “paraguas”. En segundo lugar, se forma una copa más redondeada que intenta optimizar a la vez la iluminación y el espacio para poder plantar más olivos por hectárea (de 200-600). En estos casos normalmente hablaremos de olivares semiintensivos o directamente intensivos.
Existe otro tipo de poda basada en dejar un solo tronco, pero que acaba formando un árbol de apariencia completamente distinta a la que estamos acostumbrados a ver. Se trata de olivares superintensivos en los que los árboles forman un seto continuo. Cada vez son más frecuentes, sobre todo en zonas llanas de regadío. Estos cultivos tienen el aspecto de largas hileras de olivos que poseen una altura y anchura específica que permitirá la recolección de las aceitunas mediante maquinas vendimiadoras adaptadas para esta labor.