Por Caridad Calero
El Cambio Climático, que ya está alcanzando el nivel de Emergencia Climática, está en boca de todos. E incluso en hocicos, a juzgar por esta sorprendente carta, con material gráfico y todo, que apareció en nuestro buzón de correo. La reproducimos aquí por si ayuda a ver el asunto desde otro punto de vista.
Estimados humanos de las ciudades…
Estamos un poco cansadas ya de ser las protagonistas de muchas noticias e informaciones sobre cambio climático y emisiones de gases de efecto invernadero. Así, sin comerlo ni beberlo, las vacas estamos en mitad de una lucha entre los que están a favor y en contra del consumo de carne.
Pero, ¿cuánta carne de ternera consumís a la semana?, ¿y de cordero?, ¿ y de pollo o de cerdo?Por si no lleváis la cuenta, os dejamos las cifras de 2022 de los hogares españoles.
Esto en España, en el resto de Europa y del mundo la cosa cambia.
Es injusto que nosotras carguemos siempre con la culpa del cambio climático
Vale que es cierto que eructamos metano, no es nuestra culpa haber nacido rumiantes, y que a día de hoy no se haya inventado ningún filtro que atrape a este peliagudo gas y ya de paso nos mejore el aliento. Pero vamos a poner un poco las cosas en contexto y veréis como la “culpa” hay que repartirla un poquito más.
En primer lugar, porque la ganadería incluye a más animales aparte de las vacas y la cabaña ganadera es muy diferente y desigual en el mundo. No se puede negar que las vacas, las ovejas, las cabras y las camellas (si, si, existen las granjas de camellas) emitimos metano con nuestras ventosidades. También es cierto que el estiércol que se produce en las granjas libera óxidos de nitrógeno.
Pero es que, en segundo lugar, hay más gases que tienen efecto invernadero aparte del (se llaman GEI, por cierto) y hay más actividades humanas que los producen. Y no lo decimos nosotras, que los humanos españoles tenéis a unos señores que se han molestado en hacer las cuentas de los GEI que emitís y cuantos se absorben de manera natural. las cuentas las podeís encontrar en el Inventario de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero, y los gases son los siguientes:
- Dióxido de carbono (CO2).
- Metano (CH4).
- Óxido nitroso (N2O).
- Hidrofluorocarburos (HFC).
- Perfluorocarburos (PFC).
- Hexafluoruro de azufre (SF6).
¿No os lo creéis y necesitáis más pruebas?
En el quinto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático un grupo de sabelotodos se ha dedicado a recopilar toda la información disponible sobre el tema. Y resulta que el sector primario o “agro” (agricultura, silvicultura y otros usos del suelo) es responsable de algo menos de una cuarta parte de las emisiones antropogénicas de Gases de Efecto invernadero (GEI).
Estas emisiones se deben principalmente a la deforestación, a la liberación de estos gases por parte del ganado y al uso inadecuado del suelo. Hay que añadir también los abonos y la quema de biomasa (bosques, pastos o restos de cosechas).
Las distintas instituciones (IPCC, FAO, EPA entre otras) calculan que la contribución del ganado, así en general, a las emisiones de GEI a nivel mundial representan entre el 7 y el 18 % (según el enfoque utilizado para la cuantificación y el tipo de emisiones estudiadas). Pongámonos en la cifra mayor, esta a su vez se tiene que repartir en varias fuentes: los gases emitidos por la fermentación del rumen, los que libera el estiércol, los debidos a la producción de pienso y a los cambios en los usos del suelo.
La importancia de leer la etiqueta
Siempre recordamos la importancia de leer el etiquetado de los alimentos que compramos. Si nos fijamos en esta etiqueta de la imagen se puede ver que la bebida vegetal contiene ingredientes de lugares más bien alejados. Considerando que el transporte, a nivel global, aporta en torno a un 15% a las emisiones de GEI pues hay que plantearse si comprar este producto realmente “contribuye a luchar contra el Cambio Climático”.
Asumimos la parte que nos toca
Ya que es imposible pedirle a nuestro sistema digestivo que deje de trabajar. Los estómagos de los rumiantes son reactores biológicos llenos de bacterias que nos permiten aprovechar recursos vegetales que vosotros los humanos no podéis utilizar como alimento. Nunca he visto a ningún humano comerse un plato de paja o heno sin rechistar; lo más parecido, el kale, pero ya no está de moda.
El problema es que esas bacterias, al alimentarse de vegetales ricos en celulosa, además de nutrientes, también producen metano. Este gas no queda más remedio que liberarlo mediante discretos eructos, y reconozco que se libera en cantidades importantes (nada menos que el 30% de las emisiones de GEI). Así que, vale, dos tercios de ese metano es responsabilidad nuestra, osea de las vacas (el más grande de nuestros cuatro estómagos tiene de 100 a 150 litros de capacidad). Pero dejadme recordaros que no somos las únicas especies ganaderas que necesitan ser alimentadas y que producen estiércol.
¿Sabías que, según los datos de 2016 del Inventario Español de Emisiones, la agricultura es responsable directa del 11 % de las emisiones de GEI, del cual más de la mitad (un 6 % del total) corresponde a la cría de animales y la gestión de sus deyecciones?
La solución pasa por disminuir el metano
En este tipo de sistema productivo se utiliza mucha mayor cantidad de pienso, y claro no es lo mismo una dieta a base de hierba (especialmente si está seca) y brotes, que otra de pienso, maíz ensilado y alfalfa. La primera contiene proporcionalmente más celulosa, que alimenta a determinadas bacterias que, por cosas de la bioquímica, producen más metano y menos ácidos grasos volátiles, justo las moléculas que realmente nos alimentan. La dieta de las vacas intensivas está basados en cereales, y además se le añaden probióticos o incluso una selección de las bacterias “buenas”.
¿Sabías que un rumiante pierde entre un 2 y 12% de la energía que consume debido al proceso de fermentación que tiene lugar en su rumen?
¿Eso quiere decir que habría que quitar todas las vacas de los prados y montes porque contaminan más?
Dado que la aportación vacuna es importante, no vamos a negar que disminuir parte del metano que emiten ayudaría, y mucho, a llegar a los objetivos de emisión que se marcan los países. La buena noticia es que ya se está intentando, y en cierta manera consiguiendo, paradójicamente gracias a la ganadería intensiva.
De ninguna manera. Es más, las vacas (y ovejas y cabras) que viven en extensivo contribuyen de otra manera a prevenir y mitigar la acumulación de GEI. Se habla mucho de bosques cuando hablamos de cambio climático, pero nos olvidamos de los pastos. En cuanto nos sueltan en un prado dejamos la hierba al ras, y al crecer de nuevo rápidamente también está jugando un papel importante en el secuestro de dióxido de carbono. Por no hablar de nuestro importantísimo papel a la hora de prevenir incendios.
¿Sabías que se ha estimado que los pastos contienen a nivel global 343.000 millones de toneladas de carbono, casi un 50% de lo almacenado en los bosques?
Además, las vacas, ovejas y cabras en extensivo ayudan a conservar la biodiversidad y los paisajes, y son un sustento importante para la población rural. Sin ganaderos y pastores nada sería lo mismo. Eso sin olvidar que, en muchas partes del mundo representan casi la única opción posible de tener alimento y cierto patrimonio. De hecho, se dice que “quien tiene una cabra, tiene un tesoro”.
Un afectuoso saludo de ES 09 07 0285 6925 (Lucera para los amigos)