Hay que ver lo bien que están adaptadas las “malas hierbas”. Traen de cabeza a los hortelanos desde tiempos inmemorables.
El concepto “mala hierba”
Una mala hierba es una planta que crece en un lugar donde no se desea que lo haga, ya sea un jardín o un cultivo. Es “mala” no sólo porque no aporta ningún beneficio sino porque además compite con las plantas cultivadas por los recursos del medio – nutrientes, agua, luz y espacio-.
Son muy competitivas. Han desarrollado estrategias muy útiles para adaptarse a condiciones adversas y colonizar todo el espacio posible en poco tiempo.
Pero si lo que el hortelano pretende llenar la despensa y no el botiquín no le queda otra que mantener las malas hierbas a raya. En esta entrada voy a hablaros de unas cuantas muy habituales, sobre todo en pequeños huertos.
Las de “semillas pegajosas”
Esas que, a poco que te descuidas, se quedan pegadas en los guantes, los cordones de los zapatos, los calcetines o cualquier superficie a la que puedan agarrarse. Esta estrategia, denominada zoocoria, consiste en que las semillas se agarran al pelo o lana de los animales para ser transportadas a un lugar más o menos lejano, pero en el que seguro encontrarán nuevos terrenos donde instalarse, similares a su lugar de origen, en este caso huertos o campos de cultivo.
Lagartera o almorejo
En este grupo se encuentra la lagartera o almorejo (Setaria verticillata). Probablemente haya hierbas más dañinas para los cultivos, pero esta especie tiene unas semillas provistas de un diminuto aguijón o gancho que se pega a cualquier tejido.
Amor de hortelano
También tenemos al amor de hortelano (Galium aparine) que ha optado por un diseño de semillas pequeñas, esféricas y provistas de una especie de velcro que una vez maduras también se pegan que da gusto. No rascan y se quitan bien, pero aquí se acaban las ventajas: su tacto áspero y pegajoso y su tendencia a apoyarse en otras plantas en busca de luz hace más tediosa su eliminación.
Las de “efecto lagartija”
Vamos, la típica planta que una vez arrancada te crees que has solucionado el problema, y ocurre más bien lo contrario. Sus tallos se rompen con cierta facilidad pero la raíz, que queda intacta y protegida en el suelo, volverá a formar otro tallo enseguida, con más fuerza si cabe.
Grama y vallico
Dos especies típicas que se valen de esta estrategia son la grama (Cynodon dactylon) y el vallico (Lolyum rigidum). Son frecuentes en cultivos de cereales, donde pueden llegar a convertirse en un gran problema si no se controlan a tiempo. Los tallos subterráneos de la grama, con sus yemas siempre dispuestas a rebrotar y su capacidad para almacenar reservas, hacen de ella una planta muy resistente, capaces de sobrevivir en situaciones difíciles. Por ello se utiliza como pasto o en céspedes, ya que aguantan el pisoteo y el pastoreo continuo.
La grama además cuenta con otro superpoder, la alelopatía, en otras palabras, producir sustancias tóxicas o que impiden el crecimiento de otras plantas competidoras. Esta capacidad no es exclusiva de las malas hierbas, también la poseen algunas plantas cultivadas y es un buen motivo para realizar la rotación de cultivos.
Correhuela
También tenemos a la correhuela (Convolvulus arvensis) que se enrolla sobre los tallos de cualquier planta que levante unos cuantos palmos del suelo y aparte de competir por el agua y los nutrientes, le roba la luz al crecer encima del tallo y las hojas. Eliminar esta planta a mano, aparte de requerir grandes dosis de paciencia y habilidad, es casi perder el tiempo, sobre todo cuando ya está bien asentada y le ha dado tiempo a tejer una profunda red de raíces (de hasta dos metros de profundidad) donde acumular sus reservas; es imposible arrancarla de cuajo sin romperla. Por si fuera poco, posee otra cualidad muy útil en los tiempos que corren para las malas hierbas: es resistente a muchos herbicidas.
Verdolaga
Y cómo no olvidar a la más “lagartija” de todas, la verdolaga (Portulaca oleracea), aún sabiendo que muchos no la consideran como una mala hierba por sus interesantes propiedades nutricionales y medicinales. Su raíz no es gran cosa, pero su tallo y sus hojas, muy carnosos ellos, se rompen o desgajan con mucha facilidad. Esto, que apenas supone un daño para la planta, le ayuda a extenderse, ya que los trozos sueltos (hojas incluidas) enraízan y crecen con una tremenda facilidad gracias a su metabolismo. Así que a la hora de quitar esta planta hay que andar bien fino con la azadilla (mejor quitarla a mano con el suelo húmedo) si no quieres acabar dispersándola por todo el huerto, y por muy rica que esté en ensaladas, acabar aborreciéndola.
Las de arrancar de raíz directamente
No obstante, ten cuidado, algunas tienen una raíz tan fuerte y profunda que tendrás que emplearte afondo. Apoya los pies firmemente en el suelo y agarra con ambas manos la base del tallo. O la sacas entera de una vez o puede rebrotar.
Cenizos y bledos
Dejo para el final dos plantas nitrófilas (le gustan los suelos con nitrógeno en abundancia), que son las reinas del descampado por su carácter todo-terreno: los cenizos, ceñiglos o armuelles (Chenopodium album) y el bledo (Amaranthus spp.). El bledo o moco de pavo da para otra entrada. De momento quedaros con que acapara unos cuantos superpoderes que la hacen muy difícil de eliminar.
En conclusión, “al enemigo, ni agua”
Hemos dado ciertas indicaciones sobre la mejor manera de mantener a raya las malas hierbas, obviando a propósito la vía más rápidas – los herbicidas. Seguramente, muchos dueños de huerto doméstico no tenéis intención de usarlos por muy diversas razones.
Por lo tanto, si descartamos la guerra química, habrá que recurrir a otras armas para ponerle más difícil a las malas hierbas invadir nuestro huerto. De esta forma, podemos usar acolchados y riego localizado, rotar cultivos y eliminarlas cuanto antes. que las de tallo subterráneo no acumulen reservas y las que producen semillas a puñados no lleguen siquiera a florecer.