El desperdicio alimentario se ha convertido en una preocupación a nivel mundial, y éste se genera en distintas etapas a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la producción primaria hasta el consumo.
El hecho de que lo que había para comer ya no esté disponible puede deberse a muy distintas causas, y estas dependen en gran medida del nivel de desarrollo del país, hasta el punto que se han acuñado dos términos distintos – pérdida y desperdicio – que ya lo dicen todo. En esta entrada te contamos en qué consiste y por qué suponen un problema.
La magnitud del problema
Según estimaciones del Banco Mundial de 2020, cada año se desperdician alimentos por un valor de más de un billón de dólares, lo cual representa más de un tercio de todos los alimentos que se producen a nivel mundial, que para su producción se ha utilizado más de una cuarta parte (28 %) de la superficie agrícola mundial.
Según el último informe de la FAO sobre” El estado mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (SOFI), el número de personas afectadas por el hambre aumentó hasta 828 millones en 2021 y se estima que 3.100 millones de personas no tienen acceso a una dieta saludable.

Mientras tanto, según otro informe , también de la FAO, “El estado de la agricultura y la alimentación” dedicado al desperdicio de alimentos y editado en 2019, alrededor del 14 % de los alimentos del mundo sigue perdiéndose después de su cosecha y antes de llegar a las tiendas. Otro informe (esta vez del PNUMA) sobre el índice de desperdicio de alimentos muestra que el 17 % ciento de nuestros alimentos termina desperdiciándose en la venta minorista y por los consumidores, en particular en los hogares.
Según las estimaciones de la FAO, los alimentos que se pierden y desperdician podrían alimentar a 1.260 millones de personas hambrientas cada año. Creemos que ya solo desde el punto de vista humano y ético son razones más que suficientes para abordar este problema.
¿Sabias que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 establece la meta de reducir a la mitad el desperdicio y reducir las pérdidas de alimentos a nivel mundial?
Pero es que además, desde la perspectiva ambiental, resulta absurdo pensar que estamos generando una huella ambiental enorme para conseguir nada. Un dato significativo como ejemplo: la huella de carbono mundial asociada a la pérdida y el desperdicio de alimentos, sin contar las emisiones derivadas de los cambios de uso de las tierras, es responsable de un 8-10 % estimado de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Desperdiciando alimentos perdemos recursos muy necesarios
La producción agrícola y ganadera necesita de tres “ingredientes” naturales básicos: agua, suelo fértil y un clima mínimamente benigno y predecible. Al clima, lo estamos “sacando de sus casillas” y los otros dos recursos los estamos derrochando. Aquí os dejamos unos datos algo antiguos pero muy elocuentes:
En la producción de alimentos que se pierden o se desperdician, se utilizan casi 1 400 millones de hectáreas, equivalentes a cerca del 30% de las tierras agrícolas del mundo.

¿Sabías que se dedica una superficie equivalente a 1.400 millones de campos de fútbol al desperdicio alimentario?
La utilización de recursos de aguas superficiales y subterráneas (aguas azules) atribuible a los alimentos perdidos o desperdiciados es de alrededor de 250 km3 , lo que representa aproximadamente el 6% de la extracción total de agua.
¿Sabías que en los alimentos desperdiciados se gasta tanta agua como 100 millones de piscinas olímpicas?
Una misma idea y dos maneras de verlo
En la introducción hemos hablado simplemente de alimentos que en un momento dado se han producido pero que al final no son consumidos por el ser humano. Y esto puede deberse a dos causas principales que los organismos encargados de estudiar el problema han separado claramente.
Las pérdidas de alimentos
Se refiere a cualquier alimento que se descarta, incinera o desecha de otra manera a lo largo de la cadena de suministro de alimentos desde su cosecha/sacrificio/captura justo antes de llegar a los minoristas y consumidores. En otras palabras, podríamos verlos como alimentos que se echan a perder en el camino.
Tienen un carácter “estructural” y son más propias de regiones pobres o en desarrollo, donde por ejemplo escasean los silos adecuados para almacenar las cosechas sin que se estropeen, vías de comunicación y almacenes adecuados para transportar y gestionar alimentos de manera ágil, la tecnología y el personal formado, etc. También se incluyen las pérdidas ocasionadas por catástrofes naturales o fenómenos adversos, que con el cambio climático son cada vez más frecuentes.
El desperdicio de alimentos
Se refiere a la disminución de la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de decisiones y acciones de los minoristas, los proveedores de servicios alimentarios (restaurantes o comedores por ejemplo y los consumidores. En otras palabras, alimentos listos para consumir o cocinados que acaban en la basura.
Es mucho más habitual en países de ingresos medios o altos, teóricamente debería ser más fácilmente evitable pero requiere una intensa actividad de concienciación.

Bestfootforward elaborada por Anthesis Group. Está en ingles, pero los dibujos son bastante claritos. Por si acaso; aquí va la traducción: Producción (perdidas por daños mecánicos, cosechas rechazadas, vertido o abandono), Post-cosecha, manejo, almacenamiento y distribución (degradación, pobres infraestructuras, pobres condiciones de transporte), Procesado (degradación y vertidos), sistema de distribución (degradación, productos dañados, productos caducados), consumo (productos caducados, exceso de compra).
¿Cuánto alimento desperdiciamos en España?
Como miembros de la Unión Europea que somos, nuestro país lleva a cabo una serie de iniciativas para reducir en lo posible el problema. Básicamente se trata de medir y estudiar el problema para identificar los puntos donde hay que trabajar y tomar las medidas más adecuadas.
Según los estudios que realiza periódicamente el Ministerio de Agricultura, en nuestras casas la mayor parte del desperdicio se debe a todos esos productos frescos que se “ponen malos” antes de ser utilizados y que suponen un 76,4% de los alimentos del hogar. La parte restante corresponde a las sobras de recetas ya elaboradas (23,4%); ese guiso o ese pollo reseco que a la tercera vez que vuelve a la nevera sabes que tiene poco futuro.
¿Sabías que los españoles desperdiciamos en 2023 un total de 1 214 millones de kg.? Según EUROSTAT algo más de la mitad 54% del desperdicio tuvo lugar en los hogares: tocamos a 72 kg por habitante.
Según los estudios que realiza periódicamente el Ministerio de Agricultura en nuestras casas la mayor parte del desperdicio se debe a todos esos productos frescos que caducan o se “ponen malos” antes de ser utilizados y que suponen un 76,4% de los alimentos del hogar. La parte restante corresponde a las sobras de recetas ya elaboradas (23,4%); ese guiso o ese pollo reseco que a la tercera vez que vuelve a la nevera sabes que tiene poco futuro.
Algo similar ocurre con los restaurantes, comedores o establecimientos de venta minorista que representaron un 19% (26 kg/hab). Una buena gestión (planificación de pedidos y compras, tamaño de las raciones, etc.) puede reducir la comida que acaba en la basura para no tirar dinero a lo tonto.
Las medidas para combatir el desperdicio
Abordar el problema requiere actuar en todas las etapas, desde la prevención de las pérdidas en el campo hasta la reutilización de los residuos de alimento que se generen de forma inevitable. También es necesario trabajar a distintos niveles: organismos internacionales como la FAO y el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Unión Europea, los gobiernos de distintos países (unos más que otros, obviamente) y las empresas del sector agroalimentario llevan a cabo muchas y diversas acciones.

Son tantas medidas posibles que nos centraremos en los eslabones finales. Al fin y al cabo todos somos consumidores y nuestros hábitos y actitudes pueden aumentar o reducir esos 72 kilos de comida por persona que tiramos a la basura.
En España la Estrategia “Más alimento, menos desperdicio” comenzó a andar en 2013 con el objetivo de limitar las pérdidas y desperdicio de alimentos y su impacto en el medio ambiente. Desde su inicio ha cambiado la percepción de la importancia del despilfarro de alimentos. Os dejo unos ejemplos: nos cuesta mucho menos pedir al camarero que nos ponga para llevar esa ración que pedimos de más, cada vez más supermercados marcan o colocan en sitios específicos aquellos artículos con fecha de caducidad próxima, la venta de frutas y verduras menos perfectas es cada vez más habitual y, por ultimo, existen aplicaciones para salvar comida en tiendas o restaurantes.

La evolución ha sido buena, pero todavía se puede mejorar más. Aun siendo conscientes de que las personas a nivel individual no somos los únicos que tenemos que tomar cartas en el asunto, no es menos cierto que si cambiáramos nuestros hábitos de consumo, compra y gestión de alimentos podríamos evitar tirar a la basura el 60% de lo que se desechamos actualmente. Así que os dejamos el enlace a las campaña institucional “Aquí no se tira nada” contra el desperdicio de alimentos, donde encontrarás ideas y recetas para aprovechar al máximo los alimentos que llegan a tu mesa.
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