El injerto es una técnica que se utiliza habitualmente para reproducir gran variedad de especies vegetales. Consiste en unir una parte de una planta a otra, como si de un Frankestein se tratara, obteniéndose un nuevo individuo formado por los dos anteriores, en el que cada parte se “encarga” de una función.
¿Cómo se hace?
Realizar un injerto es una operación muy delicada, al fin y al cabo se está provocando una herida a la plata y forzándola a “convivir” con un individuo emparentado con ella. Pero a pesar de todo, cuando se hace con cuidado y habilidad – tienen que coincidir los vasos que conducen la savia – aportan varias ventajas al agricultor.
Hay muchas técnicas distintas, cada una se adapta mejor a unas especies y circunstancias que otras.
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Fusión perfecta
El patrón o portainjerto es la planta sobre la que se coloca el injerto. Aporta las raíces y parte del tallo y, por tanto, ofrece resistencia a suelos pobres, salinos, con hongos o plagas, etc.
El injerto o variedad es el trozo de tallo, o incluso una sola yema, de la planta que nos interesa reproducir por su mayor capacidad para dar flores y frutos.
De esta manera tenemos una especie de planta “Frankestein”, que está formada por (al menos) dos plantas distintas. No todas las especies vegetales toleran bien los injertos, pero estos son mucho más comunes de lo que parece.


En inglés, al injerto se le llama “grafting“.