Ya estábamos tardando en hablar sobre cereales. Para ser exactos vamos a dedicar la entrada a las harinas que se obtienen a partir de ellos. La idea es facilitaros la vida y daros algunas ideas importantes a la hora de elegir un buen pan.
Alquimia
De la unión de ingredientes tan sencillos y humildes como la harina, el agua, la levadura y la sal, surgen multitud de panes, ¿no os parece magia?
Hay varios factores que explican el éxito de una hogaza de pan o una baguette: corteza crujiente, miga esponjosa y un aroma inconfundible que solo olerlo te da hambre. Si además lo haces tú con tus propias manos sabe aún mejor.
¿Sabías que en España en los años 60 se comía cuatro veces más pan que en la actualidad?
Anatomía de un grano
La harina se elabora a partir de los granos de los cereales, esas plantas que pertenecen a la familia botánica de las gramíneas y que son básicos en la alimentación humana y animal.
Todos los granos de cereales tienen la misma estructura básica. Están recubiertos por una cubierta externa fibrosa (compuesta a su vez de varias capas finas) que protegen a la semilla, se trata del salvado.
Justo debajo hay una delgada capa, llamada de aleurona, que contiene grasas, minerales, proteínas, vitaminas del complejo B, enzimas y compuestos que dan sabor.
El endospermo ocupa la mayor parte del grano y es donde se almacenan los hidratos de carbono en forma de almidón y parte de las proteínas. Por último, en la base del grano, tenemos al germen o “embrión”, que alberga a la futura planta de cereal y también es rico en grasas, enzimas y otros componentes.
A la hora de alimentarnos o de elaborar pan, cada parte del grano tiene su valor y actúa de una manera determinada.
Refinado o integral
Tanto el embrión como el salvado (que incluye las capas exteriores y la capa de aleurona) se eliminan de los granos al molerlos y refinarlos. Esto se suele hacer para quitar las grasas que enrancian la harina y porque, desde que se generalizó el refinado, los consumidores nos hemos acostumbrado a unos panes más fáciles de masticar y de un color blanco más atractivo.
En la actualidad, el pan integral se está revalorizando de nuevo, lo cual tiene su lógica: estamos más preocupados por la salud y cada vez hay más gente que busca panes “como los de antes”. Y es que renunciar a casi el 80% de las vitaminas, los minerales, la fibra alimentaria y los compuestos fenólicos que se pierden con el refinado, es mucho renunciar, incluso en aras de una mejor conservación y una textura más apreciada.
¿Sabías que los cereales integrales son ricos en fibras insolubles, que aparte de mejorar el tránsito intestinal favorecen la sensación de saciedad?
Dos componentes clave: gluten y almidón
El gluten
El gluten es una mezcla compleja de proteínas del trigo que dan vida a la masa, permitiendo que “suba”. En ausencia de agua, estas proteínas están inactivas, pero en cuanto se añade ¡zas! Comienza la magia: las proteínas cambian de forma, se acercan unas a otras, formando una red, elástica y plástica a la que llamamos gluten.
Cuando la levadura comienza a trabajar y producir dióxido de carbono, esta red retiene las burbujas que se van formando, dejando que crezcan lo suficiente sin llegar a romperse, como si se hincharan multitud de pequeños globos. Esto ocurre en el proceso de “levado” de la masa.
El almidón
El 70 % de la harina es almidón, un carbohidrato complejo que, al absorber el agua, se hincha y se agrupa para formar una capa que frena el crecimiento de las burbujas. Durante la cocción el vapor de agua contenido en las burbujas, se expande y rompe la capa parcialmente, dando lugar a una red de burbujas entrelazadas que nos dan la textura esponjosa en una masa.
La fibra del salvado y la grasa del germen presentes en las harinas integrales alteran el comportamiento normal de la masa, haciendo que la harina pierda “fuerza” y que absorba más agua, por lo que cambia la manera de trabajar la masa.
¡Y esto es todo! Más adelante os hablaremos de los cereales y harinas más utilizados para hacer pan.