Hoy en día la sociedad de los países industrializados exige mucho más a la producción agrícola. Hemos pasado de las prácticas agrícolas de mediados del siglo XX – caracterizadas por un uso intenso de maquinaria, abonos y fitosanitarios – a una nueva agricultura que busca trabajar más con la naturaleza para obtener alimentos de calidad, saludables para el consumidor y respetuosos con el medio ambiente.
La agricultura ecológica, que ya hemos explicado en este blog, es el ejemplo más claro, pero se impone una serie de limitaciones que hacen que resulte más caro producir alimentos. Dada la necesidad de alimentar a un numero cada vez mayor de habitantes del planeta, ¿por qué no utilizar todas las herramientas que ha desarrollado el hombre a lo largo de su historia? El detalle importante hoy en día es decidir qué importancia dar a una de ellas y cómo utilizarlas.
En esta entrada explicaremos tres sistemas de producción de alimentos que buscan acercarse al funcionamiento de la naturaleza. Cuentan con distintas prácticas agronómicas muy relacionadas entre si, organizándose a veces como una muñeca matrioska rusa.
La producción integrada
Sería la muñeca más grande, ya que abarca muchos aspectos de la producción agrícola. Supone un enorme cambio de mentalidad, ya que cede el protagonismo a métodos más basados en el comportamiento de la naturaleza, aunque no renuncia a las prácticas más intensivas cuando son necesarias.
Como su propio nombre indica, la producción integrada se abre a todas las estrategias agronómicas posibles (rotación de cultivos, uso de cubiertas vegetales, laboreo, etc.) Hay un decreto que establece lo que debe hacerse y lo que no para poder usar el logo de producción integrada. Lo curioso es que muchas de sus normas son tan de sentido común hoy en día que muchos agricultores profesionales ya las cumplen aunque luego no pongan sello a sus productos.
Para la producción integrada es vital cuidar el suelo, lo cual significa evitar un laboreo excesivo que favorezca su erosión y cuidar la biodiversidad que alberga de manera natural. El abonado se planificará con cuidado, especialmente para no pasarse con el nitrógeno, y a la hora de regar se intentará utilizar el agua de manera eficiencia. En definitiva, nada que no aconseje un buen técnico agrícola.
La gestión integrada de plagas (GIP)
Dentro de la Producción Integrada, el cuidado de salud de los cultivos será nuestra segunda matrioska. Es importante destacar que estamos hablando de gestionar o controlar las plagas, no de erradicarlas, ya que el objetivo es mantener la población de organismos peligrosos bajo un nivel umbral en el que no causan daños importantes.
¿Sabias que es obligatorio aplicar la gestión Integrada de plagas en todas las explotaciones agrícolas?
En la gestión integrada se da prioridad a métodos de carácter biológico (rotación de cultivos, selección de variedades resistentes, trampas o mallas anti insectos) frente a los químicos. Estos se utilizarán solo cuando sea necesario y escogiendo productos que afecten lo mínimo posible a personas y animales, particularmente a la fauna auxiliar encargada del control biológico.
El control biológico
Podría decirse que consiste en el uso de “bichos buenos” para controlar las poblaciones de “bichos malos” que provocan plagas y enfermedades y es una de las estrategias más efectivas dentro de la Gestión Integrada de Plagas.
¿Sabias que una de las principales ventajas del control biológico es que, a diferencia del control químico, las plagas no desarrollan resistencias con facilidad?
Hay distintas maneras de realizar el control biológico según el organismo utilizado y puede seguirse una estrategia a corto, medio o largo plazo. Lo habitual suele ser recurrir a insectos, ácaros o nematodos que son predadores o parásitos de las plagas a controlar. También se utilizan microorganismos entomopatógenos como bacterias, hongos, virus, que contribuyen a controlar su población al provocarles enfermedades que acaban matando a insectos plaga.
Por otra parte, el agricultor puede hacer una suelta masiva de predadores o limitarla a momentos clave para frenar una plaga que haya detectado en su cultivo. Una estrategia a largo plazo consiste en modificar el entorno para favorecer la presencia tanto de insectos seleccionados y criados específicamente para combatir las plagas como de sus parientes silvestres, que también ayudan en la tarea. En invernaderos se recurre por ejemplo a las plantas reservorio, que ofrecen refugio y alimento a la fauna auxiliar para que esté en perfectas condiciones y lista para controlar sin problemas a los insectos peligrosos que vayan apareciendo.
¿Sabías que la gestión integrada de plagas también se utiliza en jardinería?