Por Caridad Calero
Tras el primer Tour del “Proyecto Conocer la Agricultura y la Ganadería” que hicimos por colegios, han venido muchos más, e incluso no es raro que tengamos coles en lista de espera. Como nos va la marcha, hemos salido incluso de la Comunidad de Madrid.
De nuevo ha sido una maravillosa experiencia bajar al patio o al gimnasio de los colegios para ver cómo perciben los más pequeños la agricultura, la ganadería y su relación con los alimentos que toman a diario. Muchas de las conclusiones son las mismas a las que llegamos en otras visitas, repitiéndose incluso algunas de las anécdotas y comentarios de los peques. En esta ocasión, mas que anécdotas vamos a compartir con vosotros imágenes de nuestro paso por los diversos colegios visitados.
Charla inicial en los colegios: el reino de las verduras
Lo primero que hacemos siempre es reunir a todos los niños para presentarnos y contarles lo que vamos a hacer.
Empezamos preguntándoles qué significa “agricultura” para ellos y enseguida surgen palabras muy genéricas aunque acertadas: cultivar, recolectar, alimentos… Hemos comprobado que los niños a) al principio están un poco tímidos y b) lo que realmente quieren es ponerse a jugar, así que es normal que no se explayen mucho cuando les preguntamos. Pero si les pedimos que nos hablen de alimentos, salen enseguida hortalizas o cualquier otro tipo de verduras. Está visto que las más importantes las conocen, otra cosa ya será que se las coman. Como curiosidad los niños del colegio de Quijorna, de un entorno más rural, fueron los que citaron más variedad de verduras.
Uno de los monitores me cuenta que a menudo, hablando sobre alimentos, pregunta a los chicos por recetas conocidas, y siempre hay uno que dice —Sopa de… —
—¡¡ Tomate !! — Vale tenemos el gazpacho y otras miles de variedades.
—¡¡ Pimiento !! ¡¡ berenjena !!— Lo mismo a alguno le pasan el pisto por la batidora.
De zanahoria también vale, y es que, para ellos se puede hacer sopa con cualquier vegetal.
Luego pasamos a la ganadería y ocurre tres cuartos de lo mismo; la definición por excelencia para ellos es “cuidar a los animales”. Me hubiera gustado tirarles un poquillo más de la lengua para aclarar qué entienden por cuidar animales, aparte de darles de comer, pero el tiempo apremia y los chicos quieren jugar. Cuando pasamos a repasar los alimentos salían los típicos: carne, leche, huevos…y salchichas y bacon, como no.
En el Colegio Ángel León, se me ocurrió ir más allá y preguntarles por algo muy habitual en su día a día y que está hecho con un producto de origen animal.
—Es redondo, de cuero, y os gusta jugar con el—
—Un planeta— respondieron. Se ve que estos chicos no se conforman con cualquier juguete.
En ese mismo cole, un niño mencionó al conejo como animal de granja, lo cual es sorprendente: porque eran niños más bien pequeños (1º primaria) y porque, sobre todo a estas edades, los conejos suelen ser considerados más como mascotas.
Los dos juegos clásicos: el Memory y la Oca
El Memory es, con diferencia, el juego más agradecido: pocas normas y bastante sencillas, dinámico y basado en imágenes. La oca llama más la atención, pero conforme avanza el juego las ansias por ganar superan a las de aprender.
Aprendiendo sobre alimentos con el juego “Del campo a la mesa”
Para esta ocasión hemos estrenado un nuevo juego dedicado a los alimentos y a su relación con la agricultura y la ganadería, de ahí el título de esta entrada.
La idea de este juego, he de reconocerlo, está inspirada en el programa Máster Chef al que muchos niños son muy aficionados. Algunos lo captaban enseguida, pero pronto descubrí que era mejor no mencionar al programita de marras si quería evitar una emoción difícil de controlar a la hora de “hacer la compra”. Y es que este tercer juego es sin duda el más complejo: cuando los niños (con o sin profes) colaboran funciona genial y aprenden mucho, pero puede llegar a ser una auténtica tortura locura.
El juego comienza presentando los alimentos como la materia prima de los cocineros, no sólo los “chefs”, también los cocineros del comedor del cole y los padres, madres, abuelas, etc. que cocinan en casa. Entonces les lanzo la pregunta del millón—¿os gusta cocinar?—.
—¡¡ Siiii !!— es la respuesta más frecuente, acompañada por un entusiasmo general, y unas cuantas manos levantadas.
—”Yo cocino con mi madre”, “Yo ayudo a mi padre a hacer la tortilla de patatas”, “Yo sé hacer bizcochos” — enseguida añadían los niños, deseosos de demostrar que no se limitan a ver los “gastroprogramas” sino que les gusta trastear en la cocina con los mayores. Ojalá les dure la afición.
Ya metidos en materia les pregunto —¿Qué cosas creéis que tiene que saber un buen cocinero?
—Pues saber cocinar—la respuesta es unánime. Pero como aquí si puedo tirarles de la lengua, les pido que concreten más. Y enseguida surgen ideas:
—Saberse las recetas. —Es otra respuesta muy común. Y bastante lógica por otra parte.
—Qué ingredientes poner y cómo combinarlos—apunta una niña.
—Saber encender los fuegos —añade otro niño.
—Tener cuidado de no cortarse o quemarse— apunta un tercero. Vaaale, que pasa el tiempo y nos alejamos de dónde quiero llegar.
Hasta que una niña apunta tímidamente —saber cómo comprar—. Y ahí es cuando les hablo de la importancia de conocer los alimentos y saber cómo comprarlos; al fin y al cabo, un gazpacho hecho con tomates insípidos nunca estará tan rico como uno hecho con tomates de temporada.
Cuando les pregunto si saben lo que es un alimento de temporada algunos niños no tienen ni idea y otros, aunque lo saben, no son del todo capaces de expresarlo bien y se hacen un lio. Ocurre lo mismo con los alimentos con denominación de origen. En este caso recurro a un ejemplo muy familiar: plátano de Canarias versus banana.
—Imaginaros que os mandan comprar plátanos de Canarias, ¿cómo los distinguirías en la tienda?—
—Pues por la pegatina—suelen decir los niños.
—Ya, pero no todos los plátanos la llevan, y a veces se cae—les replico.
—¡Pues por el paquete!, o por el cartel en la tienda— suelen responder. Chicos prácticos estos.
—¡ Por el sabor ! —apunta un niño convencido
—Ya, pero si te comes un plátano antes de comprarlo lo más seguro es que te regañe el tendero —sigo pinchándoles un poquito.
—¡Porque son más grandes!, ¡porque son más pequeños!, ¡por el color! (¿ein?) —en este punto cualquier respuesta les parece válida.
—¡Por las pintitas! — ¡¡ por fin salieron !!
Pero como lo que realmente están deseando es “hacer la compra” y ponerse manos a la obra, les doy a cada equipo un sobre con las instrucciones necesarias. Es muy divertido ver la seriedad con la que cuentan cómo harían ellos las recetas previstas. Una vez cocinado todo, volvemos a hablar de ingredientes, ya que a cada grupo le tocará ordenar una serie de fotos relativas a un ingrediente concreto. He de decir que en general lo hacen bastante bien.
Los niños y el orden de magnitud en producción animal:
—¿Cuántos huevos pone una gallina al día? — les preguntaba.
— ¡ Cinco ! ¡tres! ¡dos! — contestaba la mayoría conforme les iba haciendo gestos para que bajaran la cifra.
— Y… ¿cuántos litros de leche da una vaca al día? —
— Uno, cinco, diez — respondían.
Es curioso, a las gallinas las sobreexplotan y a las vacas no les sacan partido.
La sala de ordeño o cómo meter un poco de pensamiento lógico:
¿Cuántas vacas puede haber en una granja?, ¿Cuántas veces creéis se ordeña una vaca al día?…Si vosotros fuerais granjeros, ¿cómo ordeñaríais, a mano o a máquina?
Todavía muchos niños tienen dudas, lo cual no es de extrañar porque, realmente, ¿cuántos niños han ordeñado alguna vez en su vida? o mejor aún ¿cuántos de nosotros lo hemos hecho?
¿Cómo procesan los niños la información que les llega sobre los alimentos?
Cuando expliqué que el número 0 que aparece en el código de los huevos corresponde a la producción ecológica (simplificando muchiiisimo para audiencia infantil, “cuando las gallinas viven a tutiplén”) un niño del Colegio Santa Ana y San Rafael me contestó que sabía perfectamente lo que son los productos ecológicos porque hay una tienda “eco” cerquita de su casa.
¿Y si un niño de 10 años te pregunta en qué consistió la enfermedad de las vacas locas? No es fácil explicarlo de manera simplificada y en poco tiempo. Me ocurrió con unos chicos del Colegio Amorós y al menos salí bien del trance, aunque sospecho que les interesaba más saber cómo se comporta una vaca loca.
Cuando les hablo de lo que ocurre en el molino aprovecho para hablarles, de pasada, de la harina integral y la refinada. Por cierto, casi todos los niños prefieren el pan blanco. Comprobé cómo los mitos alimentarios calan hasta en los más pequeños, porque hubo un niño que me preguntó si el pan integral también engordaba.
El broche final: la foto y los regalos
Y por fin, tras las actividades, la foto en nuestro nuevo decorado y la entrega de regalitos.