Tradicionalmente se ha dicho que los agricultores, y también los ganaderos, están siempre mirando al cielo, pendientes del clima. No es para menos ya que condiciona las labores a realizar y el éxito de la cosecha.
Una helada tardía, una inundación o unas temperaturas anormalmente altas o bajas pueden dar al traste con el trabajo de todo un año o bajar la calidad de determinados cultivos especialmente sensibles al clima. El problema es cuando ese clima va cambiando poco a poco, a una escala a la que las personas de a pie nos cuesta apreciar, pero en una dirección poco favorable para nuestro bienestar.
Agua, cambio climático y personas
De todas maneras la sociedad empieza a verle las orejas al lobo, y el cambio climático ya está en boca de todos. Incluso, a veces se le hace cargar con todas las culpas, cuando muy a menudo hay causas humanas que agravan los problemas.

Foto: Editorial Agrícola.
Un buen ejemplo de esto es la gestión del agua. Cada vez somos mas, consumimos mas, consecuentemente ensuciamos mas y, en general, vivimos de espaldas al campo, no solo al que nos da de comer sino a la naturaleza y a su funcionamiento. Y resulta que ambos están muy interrelacionados. Esta entrada de La Agrodivulgadora lo explica muy bien.
Hay otro refrán que dice “el cielo manda en el suelo” y quizás las personas, cada vez más urbano y con tanta tecnología a su disposición ha olvidado el funcionamiento del ciclo hidrológico, a pesar de que lo estudiamos estudiarlo cada cierto tiempo en el colegio. Para que el agua salga las 24 horas del grifo, tiene que llover bien, para que podamos almacenarlo. Para que se puedan cultivar y cosechar ciertos alimentos tiene que acompañar el clima o tener agua almacenada para poder regarlos.
¿Sabias que el 80 % del agua dulce para consumo humano y otros usos procede de ríos y aguas subterráneas?

El concepto de “huella hídrica”
Vistas las predicciones es indudable que vamos a tener que aprender a vivir con menos agua. El problema es que prácticamente todo lo que nos rodea, la ropa, la comida y casi todo lo que tocamos tiene su precio en agua.
Al igual que existe la “huella ecológica”, o la “huella de carbono”, se ha desarrollado la “huella hídrica” (HH). Se define como el volumen de agua dulce total usada para producir los bienes y servicios que habitualmente consumimos, ya sea como persona, país o empresa, midiendo en m3 o en litros por cada unidad de producto.
Se trata por tanto de un indicador medioambiental que sirve para tomar conciencia del consumo de agua que suponen nuestras actividades y nuestras compras.
¿Sabias que fabricar unos vaqueros cuesta entre 2.000 y 3.000 litros de agua y un filete de ternera alrededor de 3.800?

¿Cuanta agua gastamos en nuestro día a día?
Está estimado que cada español gasta de media unos 136 litros diarios de agua, más o menos una bañera llena hasta arriba. Es un gasto que reconocemos fácilmente: ducha, lavadoras, lavavajillas, beber, cocinar, tirar de la cadena… y que más o menos sabemos cómo reducir porque llevan contándonoslo desde hace mucho tiempo. Para un país desarrollado como el nuestro es un gasto digamos razonable (según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una persona requiere una media de 100 litros de agua al día para satisfacer sus necesidades, tanto de consumo como de higiene).
¿Sabias que España es el octavo país con mayor huella hídrica del mundo con dos millones y medio de litros por persona? Este valor incluye la huella hídrica interna (que contabiliza el uso interno de agua para producir los bienes y servicios consumidos por sus habitantes) y la externa (que mide el agua de bienes y servicios importados, es decir, el agua utilizada por otros países para producirlos).
Eso si, es importante tener en cuenta que en los cálculos se incluye tanto el agua captada por el hombre para los distintos usos (huella azul) como el de lluvia (huella verde) y la necesaria para “eliminar o diluir la contaminación (huella gris). Para llegar a estas conclusiones se han tenido que hacer muchos números y muchas suposiciones, y por tanto los datos no son fiables al 100 %, pero dan mucho que pensar.
Agua para producir alimentos
Resulta que la agricultura y la ganadería, son las principales responsables del gasto, nada menos que el 92% de la huella hídrica mundial (entre otras cosas porque están interrelacionadas entre si). Según las estimaciones de un sesudo trabajo publicado por la UNESCO, “Water Footprints of Nations”, en 2004 producir un kilo de patatas en España tendría una huella hídrica de 53 litros de agua, mientras que un kilo de carne de vacuno 20.157 litros. Y para complicar más las cosas, no es lo mismo producir según que cultivos en según qué países. El estudio es antiguo, eso también hay que tenerlo en cuenta, pero debe haber supuesto tal trabajo calcular la huella hídrica de todos los países del mundo, que es el único estudio que hemos sido capaces de encontrar.
Dos ejemplos para ilustrar esto de la huella hídrica. Una botella de medio litro de de Coca Cola tendría una huella hídrica, de 169 y 309 litros de agua, dependiendo de si el azúcar – su ingrediente principal – procediera de un cultivo remolacha azucarera en Holanda o de azúcar de caña en Cuba. La fabricación de la botella y del refresco en sí representaría menos del 0.3 % del consumo de agua.

La enorme cantidad de agua necesaria para obtener un kilo de carne (unos 15 000 litros) se explica principalmente por la cantidad de pienso necesaria para conseguir un hermoso y musculoso ternero o ternera de un año.
Partimos de un chiquitín de unos cuarenta kilos que se alimenta casi exclusivamente de la leche hasta que cumple los cuatro meses de edad. Obviamente en todo ese tiempo la madre necesita beber y comer – normalmente hierba de los pastos que ha recibido el agua de lluvia –. Cuando el ternero alcanza los doscientos kilos, lo que ocurre entre los tres y seis meses de vida, está listo para ir al cebadero. Aquí el ganadero les proporciona un alimento mucho más energético que la hierba del campo, para que crezca mucho más rápido. El pienso está compuesto por cereales (maíz, avena, cebada y trigo) y legumbres (soja). Y son estos componentes los que requieren agua a espuertas, por lo menos en nuestro país. Como aquí resulta caro producirlos porque no nos sobra precisamente el agua y los cereales en secano son poco productivos, pues toca importar el grano, pero eso es otra historia.
Las vacas también necesitan un poco de fibra en su dieta, que puede proceder de paja de cereal, heno o alfalfa, que da más alimento, pero hay que regarla. Hay que contar además el agua que beberá el animal durante toda su vida, la necesaria para limpiar las instalaciones y la que potencialmente se puede contaminar con el estiércol.
¿Como gastar menos agua en agricultura?
Hemos empezado la entrada con un refrán agrícola, así que vamos a centrarnos en este sector, no en vano es el que más agua demanda.
Dentro de esta, el principal uso está destinado a los cultivos de regadío. Sin embargo, la cantidad de agua que requieren este tipo de cultivos es prácticamente estable durante los últimos años, a pesar de que la superficie total de regadío ha aumentado.
Algún iluminado pensará ahora, pues que se ponga riego por goteo, que ahorra mucha agua. Pues sí, pero no. Efectivamente el riego por goteo ha contribuido mucho al ahorro de agua, pero hay cultivos a los que le viene bien – hortícolas, vid, olivar, frutales – y otros que no como el maíz.

Hay que tener en cuenta que la superficie regada en España representa en torno al 23 % de la superficie de cultivo, y que como hemos dicho, no todos los cultivos se pueden regar por goteo. Sin embargo, aun pese a no ser un porcentaje muy elevado respecto a la superficie agraria útil, el regadío contribuye a un 65 % de la producción final vegetal.
Cualquiera que haya viajado un poco se da cuenta que donde hay abundancia de agua hay mas “vida” aunque sea desde el punto de la economía. Además, la agricultura es uno de los sectores que más rentabilidad le obtiene al agua utilizada. Es precisamente por esta razón que la agricultura sigue demandando un volumen de agua importante en un país donde esta escasea cada vez mas.
Como el agua no se fabrica, lo único que se puede hacer es ahorrar al máximo. Esto se consigue por una parte desde las administraciones mediante la modernización de regadíos. Y por otra, las comunidades de regantes, las empresas desarrolladoras y los propios agricultores están implantando poco a poco nuevas tecnologías que permiten conseguir una mayor eficiencia en el uso del agua.
En conclusión
Así que, como ciudadanos la clave para ayudar a ahorrar agua es cambiar nuestros hábitos alimentarios…¡ya lo que nos faltaba! ¿Qué hacemos, comer solo acelgas con patatas? No exactamente, aunque meter más vegetales en la dieta suele ser buena opción. Hemos traído a esta entrada el concepto de la huella hídrica, que no deja de ser un indicador ambiental de los muchos que hay, para que seamos conscientes de todo el agua que hay dentro de los alimentos, y la que ha sido necesaria para su producción.
Y por ejemplo, nos daríamos por satisfechos si en la próxima compra de carne para la barbacoa, en vez de comprar el doble de lo necesario “no vaya a ser que nos quedemos cortos”, nos imaginemos puestas en fila todas las bañeras llenas de agua necesarias para producir toda la carne que nos vamos a llevar y la que realmente vamos a comer. Ahí lo dejamos.
¿Sabías que, según un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid, el desperdicio de alimentos en los hogares españoles genera una huella hídrica de más de 130 litros por persona y día?
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